Usted me
enloquece, caballero. Yo lo deseo.
¡No se
asuste, no corra, ahórrese los Mi Dios! No finja escandalizarse, no sea uno más.
No limite su libertad por temor a los prejuicios de la sociedad. No se juzgue.
No me
juzgue. No soy una cualquiera, no soy fácil; solo soy libre en cuerpo, mente y
alma. ¿Por qué negar(me) que deseo su cuerpo desnudo junto al mío? ¿Por qué
negar lo bien que la pasaríamos si dejáramos fluir a nuestra naturaleza, que nos atrae?
Puede ver
que soy honesta, puede ver que soy directa. Disfrutarme, complacerme y gustarme
no me hacen la vergüenza de papá, la desgracia de la familia o una mala
compañera (llegado el caso). Solo me hace más FELIZ.
No pido
promesas que los dos vamos a romper. Yo solo quiero robarle un beso y acariciar
su espalda; yo solo quiero hacerle el
amor.
No niegue
que usted también me erotiza en sus pensamientos, tan caballerosos, de hombre.
No niegue lo que puedo ver en su mirada profunda.
Me gustó a
primera vista y de ahí a desearlo bastó una segunda mirada. Si usted es libre, como yo, no hay daño; no hay crimen.
Sin pudor,
sin temor a quedar como una idiota, pregunto:
¿En su casa o en la mía?
¿En su casa o en la mía?